Crónicas de un abuelo

Espacio de todo tipo de informaciones y contactos públicos
Avatar de Usuario
Johnny
Visitante
Mensajes: 248
Registrado: 17 Nov 2018, 18:48

Crónicas de un abuelo

Mensaje por Johnny »

(Divertimento dede lo más profundo de mi memoria).

Siempre he gozado de gran memoria, no por ser superdotado en ese aspecto, sino por haberla exprimido durante años, en el cole, en la uni, en el trabajo y en mi vida personal haciendo meditación, un eficaz ejercicio mental que os recomiendo a todos. Limpia, fija y da esplendor a la mente, os lo juro por la pipa de Jerónimo.

En sus lozanos años de infancia, al abuelo, los domingos por la mañana, lo sentaban en su sillita de madera, delante del televisor, para que engatusado por la ficticia ilusión animada, que por aquella caja salía, fuera comiendo poco a poco su taza de leche con cereales.



Me recuerdo, sentado, frente aquel mueble, soportando apenas al desesperado Popeye que irracionalmente trataba de salvar a aquella escuchimizada histérica llamada Olivia, de las garras de Brutus. Y digo, irracionalmente, por que nunca entendí cómo le podía gustar chica semejante.



Tampoco se salvaba la cursi Mimí, que le hacía la vida imposible al ratón Mickey con sus estúpidos antojos de niña pija americana.
El abuelo, en su corta edad, ya veía su futuro lleno de traumas sexuales, por culpa de la leche, los cereales, la televisión y la manía de su madre de dejarlo sólo delante de esa nefasta pantalla ...”para que se fuera espabilando”.

La tierna tortura de los dibujitos animados, casi me llevó a la locura hasta que un domingo por la mañana apareció ELLA.



No podía creer que semejante belleza, apareciera de repente de un tintero y me guiñara el ojo con su pícara sonrisa. Betty Boop era su nombre, personaje añorado de dibujos animados que me traspasó el corazón.
Un flechazo a primera vista que derritió la taza, la leche, los cereales y la cuchara.

Desde aquel día, el abuelo fue otro niño.
Descubrió que las mujeres existían. Que iban con vestidos ceñidos que resaltaban aquellas mareantes curvas que nunca se acababan.
Que calzaban tacones altos y lucían unas esbeltas piernas ajamonadas y estaban de “toma pan y aquí moja”.

Por eso, al abuelo siempre le gustaron las “Betty Boops”. Por eso al abuelo siempre le gustaron los aviones americanos de la segunda guerra mundial, con sus pin ups sonrientes, pintadas en sus fuselajes.

Imagen

Animos, tropa!!
Última edición por Johnny el 08 Dic 2020, 16:56, editado 1 vez en total.

Avatar de Usuario
<A2>Valquiria
Soldado A2
Soldado A2
Mensajes: 1619
Registrado: 02 May 2016, 21:40

Re: Crónicas de un abuelo

Mensaje por <A2>Valquiria »

Ahí te regalo otra joya algo anterior a tu época, cuando en la WWII mandaban al frente a gente de distintos tipos de formación académica y había que explicar pa tontos el funcionamiento de los rifles anti-tanque.



Lejos me pilla a mi, pero cada vez que lo veo se me siguen cayendo al suelo :feo:

Salud2
:tank2
Imagen
https://www.youtube.com/channel/UC2C6xl ... w5KuFe6RhQ
義 勇 慈悲 礼儀 誠 名誉 忠誠

Avatar de Usuario
Johnny
Visitante
Mensajes: 248
Registrado: 17 Nov 2018, 18:48

Re: Crónicas de un abuelo

Mensaje por Johnny »

Ah, si. Conozco esta arma inglesa, más que nada por mis soldados de plástico del ejército británico, uno de los cuales estaba estirado portando este fusil. Ya es viejo, nació en el 37. La publicidad sobre su uso es cojonuda, pero sólo la veían los reclutas en el cuartel. La utilización de "cartoons" para "ilustrar" estaba muy extendida, sobre todo en el ejército americano [Que se lo pregunten a Walt Disney], también cuando el gobierno quería lanzar al público algún mensaje conveniente, se utilizaba mucho este tipo de publicidad. por ejemplo: Para instruir a la gente haciéndoles ver que la madera era un elemento no bueno para la construcción y que el labrillo era lo mejor, solicitaron ayuda a Walt Disney quien creó su clásico, el lobo feróz y los tres cerditos [El lobo era un huracán: Soplaré, soplaré y tu casa la tiraré]... Popeye comía espinacas por que hubo excedente de esa verdura, Superatón comía cereales por la misma cuestión, Capitán América, Supermán, etc. Si lees algún libro sobre la utilización de los medios públicos, sabrás cómo se utilizan para "educar" a la población. No hay nada neutral... sin embargo, yo me quedo con mi Betty. :)

Avatar de Usuario
Johnny
Visitante
Mensajes: 248
Registrado: 17 Nov 2018, 18:48

Re: Crónicas de un abuelo

Mensaje por Johnny »

El tiempo de felicidad pasó rápidamente y una mañana de domingo, cuando esperaba con impaciencia la aparición de mi Betty, entre tibias cucharadas de cereales con leche, ésta me dejó en la estacada, como suelen hacerlo las mujeres, sin un adiós, sin un esperanzador volveré, de McArthur.
Betty Boop ya no apareció más por la tele.

Sentí la angustia del que se le acaban las vacaciones de verano.
Sentí la soledad del que hace guardia en la garita de la muerte.
Y sentí la desesperación del que pierde sus gallumbos cuando regresa el marido.

Fue, el primer trauma de mi infancia y por culpa de Félix el gato.
Si, por su culpa, pués ese gato de pelaje negro, ojos blancos, y sonrisa “profident”, sustituyó a mi Betty Boop en las mañanas infantiles de los domingos.
Desde entonces, no puedo ver a los gatos y menos si son negros.

Para los más jóvenes que no habéis conocido la tele en blanco y negro, y que no sabéis quién es el susodicho Félix el gato (Se la tengo jurada), os diré que es el abuelo de Doraemon, el cual heredó de su abuelo, su bolso mágico aún que lo tiene en forma de "mariconera" para estar puesto más al día.

Imagen


El abuelo buscó a Betty por todos lados. En el cole, pero las maestras no daban la talla y las compis eran seres de otra galaxia. En los tebeos (cómics), mucho Superman, Batman, Flecha Rota, Archie, pero de Betty Boop, nada de nada, hasta dudé de mi mismo y llegué a pensar si la embriagante visión no fue un producto de algún cereal en mal estado.

Y entonces, el abuelo hizo el descubrimiento más importante de toda su vida y que ha experimentado frecuentemente desde siempre: La mano de alguien, mueve nuestra cuna.

Imagen

Caí enfermo, no recuerdo si por falta de Betty o por un resfriado, no importa, lo importante es que mi madre, ante mi deteriorado estado de salud, decidió que “el nene se queda en la cama”.
Pasaron las horas y de repente empecé a oir unas voces en la habitación de al lado. No eran las de mi madre, pero se parecía mucho.

Como el abuelo siempre ha sido aventurero y hombre de pocos miedos desde la infancia, fui a ver que era todo aquello.
Abrí la puerta y entré de sopetón en la habitación contigua, encontrando a una mujer sin falda, con tacones altos, medias negras y todo lo que os podáis imaginar de rodillas para arriba.
Cuando me vio, me sonrió exclamando: “Que ricura de nene”, me cogió en brazos y me apretó fuerte contra su pecho, que ya no quiero acordarme, llenándome la cara de besos.
La miré fijamente y le dije: “Betty Boop”.
Ella echó a reír, dándome más besos.
Mi madre hacía vestidos para las "Betty Boops" y yo enfermaba de vez en cuando. Si.
La cuna no la movemos nosotros, la mueven desde arriba. Os lo juro por la pipa de Jerónimo!!

Imagen

Saludos

Avatar de Usuario
Johnny
Visitante
Mensajes: 248
Registrado: 17 Nov 2018, 18:48

Re: Crónicas de un abuelo

Mensaje por Johnny »

GROUCHO Y YO



A Groucho le conocí una calurosa tarde de cine. Me llevó mi padre. Tenía yo por aquel entonces unos siete u ocho años, no recuerdo bien. Era domingo y fue la primera y la última vez que mi padre me llevó a ver esa increíble sábana blanca, colgada de una pared al final de una sala llena de butacas.

La última, por que mi padre no aguantaba a los niños.
Recuerdo perfectamente a mi padre, por haber convivido con él durante treinta años. Era un aventurero. Hoy estaba en el campo de aviación arreglando motores y el sábado se iba a trescientos kilómetros selva adentro, a montar un alternador de unos padres misioneros y volver, con suerte (para mi) el domingo y jugar conmigo. En el fondo, creo que no jugaba conmigo, creo que jugaba él con mis juguetes.

A pesar de ser un hombre con un carácter extrovertido y amable, cuando se veía rodeado de mocosos, desaparecía con su puro y su vaso de whisky en mano. En fin.

Recuerdo perfectamente la sesión. Mi padre al lado, más tieso que un palo. Las luces del cine aún abiertas y los niños...¿niños digo?...eran verdaderos cherokees gritando a pleno pulmón a punto de cortar alguna cabellera.
Con la emoción del ambiente, uno se contagia de su entorno, del alma colectiva que allí gravita, abrumadora, agobiante para mi padre; salvaje, libertaria, para mi y poniéndome de pie sobre la butaca, me convertí por unos segundos en un cherokee, tal vez el jefe de los cherokees a la vista del grito que lancé.

Tuve suficiente con la mirada de mi padre, aquella mirada me atravesó como un sable del séptimo de caballería. Ese día murió el indio que habita en cada uno de nosotros, el buen salvaje, asesinado por las oscuras pupilas de mi padre, que se me antojaron como dos negros cañones de sendos Colt 45. Y después Groucho.

No podía apartar mi vista de aquel hombre que se movía por la pantalla, con unos extravagantes andares, fumando un habano y que decía cosas incomprensibles para mi.
Me divertí mucho cuando Chico tocó el piano. Las caras de Harpo me hacían reír. Del resto de la peli, no me entré de nada, pero Groucho, Groucho entró en mi, como entraba John Wayne en el saloon de Shinbone, pegando una patada a la puerta, rifle en mano y sonrisa en boca.

Al finalizar la sesión, mi padre me preguntó si me había gustado la peli. Respondí afirmativamente. También preguntó quién de los personajes me había gustado más, y yo le dije, el capitán.
Se llama Groucho, me respondió. Groucho Marx.

Desde aquél día y a lo largo de mi vida, Groucho fue como un maestro.
Me enseñó el arte de la esgrima dialéctica y resucitó al indio que aquel día murió dentro de mi.

Avatar de Usuario
Johnny
Visitante
Mensajes: 248
Registrado: 17 Nov 2018, 18:48

Re: Crónicas de un abuelo

Mensaje por Johnny »

Afición a las armas

Confieso que la afición por las armas me viene desde pequeño, desde que tengo uso de razón, mejor dicho, desde que era un ser completamente irracional o sea, sin uso de razón alguna y apenas alcanzaba el metro de altura. Por aquellos días, debido al trabajo de mi padre, vivía en una hermosa y calurosa ciudad llamada Maracaibo, Venezuela.

Todo empezó con el bote de Toddy. Toddy era una maravillosa poción mágica, con sabor a chocolate, que me daba mi mamá, disuelto en la leche y que para mi era como las espinacas de Popeye. Yo sin mi vaso de Toddy no funcionaba. Eso hace ya más de cincuenta años y os juro por la pipa de Caballo Loco que aún recuerdo su sabor.

Imagen

Una mañana mi mamá abrió una lata y apareció un soldado americano de plástico verde. Era mi primer soldado. Buen soldado que demostró su valentía montando guardia por las noches debajo de mi almohada. Me sentía seguro bajo su protección.

Imagen

Admito que se me quedó olvidado en lo más profundo de mi memoria, pero le recordé al ver la película Toy Story. No puedo decir gran cosa de él, sólo que un día apareció destrozado por las malas artes de Boby, mi perro. Creo que fue cosa de celos.
A Boby lo mandé arrestado a hacer guardia su garita de madera. Duró poco el arresto, por que Boby era un perro listo que hablaba con la mirada y su mirada enternecía. Recuperó rápidamente su estatus familiar.

Os hablaba de mi temprana afición. No en vano hacía sólo nueve años que había terminado la segunda guerra mundial y ese desastre caló en la cultura de los pueblos, como cala el frío y la humedad, cuando haces guardia en la garita de la muerte, en una noche de invierno.
Los juguetes, que guardo en mi memória, eran casi todos bélicos, excepto la bici y los patinetes de hierro.
Los recuerdo con sana nostalgia. El llanero solitario, con su blanco caballo; el zorro con su caballo negro; soldados americanos e ingleses (por supuesto) de plástico a granel; indios, cañones, tanques, aviones...pero lo que más recuerdo fue un rifle Winchester que mi padre me regaló, que disparaba unas balas de goma impulsadas por la explosión de un fulminante.

Imagen
[El abuelo haciendo prácticas de tiro en el jardin de su casa.]

Cuando los amigos de mis padres, venían con sus hijos a casa y nos dejaban solos en el jardín, creo recordar que sufría una transformación radical parecida a la que describe Robert Louis Stevenson en su novela, el extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde.
El Winchester hacía estragos, y por mucho que se escondieran, acababan en mi punto de mira. Ah, recuerdos de infancia!!. Algo debió de ocurrir en alguna de aquellas salvajes reuniones de cacería humana, ya que mi padre no volvió a comprar más fulminantes. Tengo una laguna en mi memoria que no me deja recordar.

Por otra parte, mi...digamos, ilustración infantil, también tenía la misma influencia. Aprendí a leer con los ahora llamados “cómix”, Supermán, El Llanero Solitario, Tomahawk, y cuando llegué aquí a España, me acompañaron las Hazañas Bélicas, Roberto Alcázar y Pedrín, El Capitán Trueno, Zarpa de acero... pero en contra de lo que puedan decir los modermos pedagogos, soy un hombre no violento, más bien pacífico al que le gusta más argumentar y negociar que imponer.

Imagen
[El abuelo y la loca]

Tal vez fue labor de los hermanos maristas del colegio de Nuestra Señora de Chiquinquirá o de los padres escolapios o tal vez fue obra de aquellos maestros, que no profesores, que me enseñaron algo más allá de las asignaturas, no se, tal vez fue... Groucho Marx.

Imagen

Saludos.

Avatar de Usuario
Johnny
Visitante
Mensajes: 248
Registrado: 17 Nov 2018, 18:48

Re: Crónicas de un abuelo

Mensaje por Johnny »

Mi Winchester réplica

Ya os conté que mi primer arma (de juguete) fue ese fantástico Winchester que mi papá me regaló siendo yo un niño, un tanto alocado. Es que cuando aún eres un niño, pasas por profundas crisis y metamorfosis psico-físicas que sólo tu sufres. la mayoría de veces eres un incomprendido, por varias razones, sobre todo por que a los ocho años, no te sabes explicar, ni argumentar tu defensa como un buen Perry Mason, sólo sabes poner ojos de cordero a medio degollar, para intentar ablandar el corazón de tu juez o a lo sumo te pones a llorar.

El abuelo nunca lloró, y la carita de cordero pasó pronto su efecto enternecedor, así que el abuelo tuvo que espabilar desde pequeño y buscarse la vida cuando mi padre hizo desaparecer por arte de birlibirloque mi querido Winchester, para no tener que escuchar más, mis peticiones diarias de munición. Muerto el perro, muerta la rabia.
Así que, de la noche a la mañana me encontré en plena Edad de Piedra, en el Neolítico, es decir que mis únicas armas eran las piedras y palos que encontraba por los jardines.

Vivía en Maracaibo, una maravillosa ciudad que siempre recuerdo con nostalgia, cerca de la plaza de la Independencia, donde aprendí a ir en bicicleta sin las ruedecitas traseras que tanto odiaba, por que el abuelo ya de niño, suspiraba ser mayor.
Hoy, donde antaño fue mi casa, se levanta un rascacielos sin pudor, sede de un banco en la Avenida Bellavista. Detrás de mi casa, en mi jardín, se levantaban tres enormes árboles de los cuales uno era frutal. Llegada la temporada, de ese árbol caían los sabrosos mangos que tanto me gustaban y a riesgo de sufrir un golpe en la cabeza, montaba guardia bajo su sombra para atrapar la codiciada fruta. En esos árboles y en otros de sus alrededores, moraban ciertos “bichos” como les nombraba mi mamá. Esos “bichos” eran el enemigo, causaban un gran terror a mi madre.

Mis piedras no llegaban hasta lo alto de las ramas y las burlonas iguanas se reían de mi, de mi mala puntería y escasa fuerza. Pero, hasta el hombre de Neandertal tuvo un cerebro y yo, como buen primitivo empecé a usarlo.
Aún no había leído a Von Clausewitz ni a Sir Basil Henry Liddell Hart pero el abuelo era un estratega nato, desde su infancia. Utilicé el miedo irracional de mi mamá hacia los “bichos” a mi favor.

Como años más tarde leí: “Descubre el punto más débil de tu enemigo y atácalo con todas tus fuerzas”. "Un ejército victorioso opera en la linea que menos se espera" Así que “invitaba” a mi mamá a recoger los mangos y cuando estaba sentada bajo el árbol, alimentaba su imaginación, no a base de ricos mangos, si no de espeluznantes “bichos” que podían abalanzarse sobre ella desde arriba, en cualquier momento...y yo, desarmado, sin mi Winchester, sin poder asustarlos, sin poder defenderla... Si tuviera mi Winchester, me dedicaría a abatirlos.

No sólo apareció el Winchester, sinó también los fulminantes y mi mamá y yo, a partir de ese día, comimos mangos por un tubo, bajo la promesa de no montar nunca, las grotescas cacerías humanas con mis amiguitos. Caballo Loco, firmó la paz y enterró su hacha de guerra.
Conservaron sus cabelleras y yo mi Winchester.

Saludos.

Avatar de Usuario
Johnny
Visitante
Mensajes: 248
Registrado: 17 Nov 2018, 18:48

Re: Crónicas de un abuelo

Mensaje por Johnny »

Brothers in arms.

Eramos varios, cuatro cabras y un licántropo de entre quince y dieciséis años que durante las vacaciones de verano nos reuníamos. Esa era mi cuadrilla, un grupo salvaje con aficiones comunes:
Nuestras armas, las clásicas carabinas de balines, marca El Gamo. La primera carabina que tuve en mis manos, era de uno de mis compis. Su hermano menor no le daba al gatillo, su cabra interior estaba domesticada, más bien dormida y no venía a los “raids” que montábamos en busca de caza.

Si, si, ya se. La caza con carabina está prohibida. Pero, hablo de los años finales de los sesenta y principios de los setenta, de un pueblo lejos de la gran ciudad, en el campo inhabitado, de extensiones de terreno... eran otros tiempos. Para tener una carabina, sólo la comprabas en “la tienda de deportes” del pueblo, nada más y con la caja de 500 balines de copa, te pasabas medio verano que no molestabas a tus padres.

Después de los “Juegos Reunidos” de las tardes, cuando la temperatura veraniega se hacía más tolerable, salíamos a disparar. Montábamos nuestras dianas, chapas de refrescos, palitos de helados,
y algún que otro soldado de plástico que por traidor acababa vilmente fusilado. Una vez, recuerdo que una vieja muñeca de la hermana de uno, acabó también fusilada entre risas histéricas.
Después de la puntería, la caza. Ahí entraba todo, pero había excepciones. No disparábamos ni a perros, ni gatos, ni tordos, ni jilgueros. Eso estaba prohibido.

Recuerdo que el trofeo más grande se lo llevó un compi con más reflejos, que tuvo la suerte de pegarle a un conejo. A veces las cabras son rapidísimas y mi herramienta era prestada y de las malas... hasta que por reyes mis padres me regalaron una Gamo Statical.
La Statical es muy precisa debido a que la cámara y el cañón se deslizan por unos raíles para amortiguar la pegada del pistón. Es el famoso sistema Gamo Static. Me convertí en el siguiente verano, en el rey de las cabras. Aún conservo esa joya de buen acero. No hay que abandonar nunca una buena herramienta; aun que esté anticuada, la podemos cuidar e incluso reformar.

Imagen

Imagen

A unos tres kilómetros del pueblo, montaña adentro, había un gran estanque. Era cuadrado como una piscina, de unos 10 o 12 metros de largo por 6 o 7 de ancho y unos 4 metros de profundidad.
Nunca he sabido por qué estaba eso allí, entre la montaña, tal vez formaba parte de un sistema de regadío abandonado. Era un depósito de agua a medio llenar donde vivían las ranas y bebían los pájaros. Ese era nuestro coto de caza. Nos escondíamos en línea, camuflados entre la maleza y no tardaban en aparecer los apreciados pajarillos que comíamos después.

Una tarde, mientras acechábamos agazapados, apareció el mancebo de la farmacia con una señora y nos ofrecieron un espectáculo taurino. No había toros, pero si cuernos por medio. En mitad del festejo, me salió el licántropo de adentro, que con indulgencia tolero, y lancé un espeluznante aullido que hasta los cabras se espantaron. Al salir del pavoroso trance, me di cuenta de la gilipollez cometida y arrancamos montaña abajo, lanzando risotadas y gritos de guerra cherokee ávidos de cabelleras. Los pies tocaban mi culo de tanto correr. Jamás en mi vida he vuelto hacer los 500 metros obstáculos mirando hacia atrás.

No volvimos en todo el mes por aquél lugar y la farmacia no la pisé en años. A la señora, por desgracia la veía todos los domingos por la mañana, en misa. Cosas de la religión, supongo. Es que al final, me gustaba ir a misa. Domine obiscum, in saecula saeculorum. Amen, hermano.

Avatar de Usuario
<A2>Ian
Soldado A2
Soldado A2
Mensajes: 2153
Registrado: 13 Abr 2011, 11:23

Re: Crónicas de un abuelo

Mensaje por <A2>Ian »

Conozco esa sensación de correr como si no hubiera mañana (Que nunca olvidarás,aunque pasen los años),realmente temías por tu vida en ese momento con 12 años ,si hubiera que poner banda sonora "Run to the hills,run for your life" de los Maiden. :happy2: :happy2:
"Despláceme yo a temperatura anormalmente elevada y demuestre el vulgo su regocijo".

Imagen

Imagen
Imagen Imagen

Avatar de Usuario
Johnny
Visitante
Mensajes: 248
Registrado: 17 Nov 2018, 18:48

Re: Crónicas de un abuelo

Mensaje por Johnny »

Los clásicos españoles

Conocí a los cásicos de la literatura española por obligación y no por devoción. En los escolapios, el profesor de literatura era el director y a la vez el padre confesor. No quiero decir su nombre, aún que sé que el ilustre ya falleció hace años, pero sí diré su alias o apodo con el que todos lo conocíamos: “Tirofijo”.

Tirofijo se ganó su sobrenombre a pulso, mejor dicho, a golpe de muñeca, debido a una frecuente y obsesiva maniobra que realizaba durante la clase.
De vez en cuando, el hombre se levantaba de su asiento para escribir en la pizarra algo importante relacionado con la lección que tratábamos. Mientras hablaba y escribía de espaldas a nosotros, se giraba de forma rápida e imprevista, clavando su buena vista al que estaba distraído o charlando con un compañero y en décimas de segundo lanzaba con toda su fuerza, el trozo de tiza a la cabeza del pobre infortunado, acertando siempre por muy lejos que estuviera el alumno.

He visto con mis propios ojos, acertarle entre ceja y ceja, a una distancia de diez filas de pupitres, a un pobre escolar descuidado. Pero no acababa ahí la cosa. El infortunado alumno, marcado con un punto blanco en su cabeza, era castigado a permanecer de rodillas sobre el estrado, de cara a la pared. Eso no implicaba nada. De vez en cuando era preguntado por Tirofijo y el condenado tenía que repetir como un loro la última frase del ilustre profesor, si no, se quedaba sin recreo presentando al final de éste, la famosa frase escrita cien veces: “Callaré en clase”.

Imagen

Tirofijo fue también, nuestro padre confesor. Auténtico fiscal, digno de la serie Perry Mason. Un santo inquisidor, un genuino Bernardo Gui, que urgaba en los recovecos de tu alma, utilizando las más bajas artimañas que pudiéramos imaginar. Lo peor de la galaxia. Inteligente, falso, manipulador y entrometido. Una tortura cuando entrabas en el confesionario.

Imagen

Pero gracias a Tirofijo, hoy me conozco a los clásicos españoles como si fueran componentes de mi propia família, llegando incluso a recitar de memória algunos versos y párrafos de algunas de sus obras. Es curioso como funciona nuestro cerebro “under pressure”.

No puedo acabar este evocador post, sin hacer mención de un profe, esta vez laico, que era también otro de los “duros” de la escuela. El profe de literatura francesa, Paul. Lo llamábamos por su nombre, no tenía mote. Le gustaba dar coscorrones y retorcer orejas cuando no te sabías la pregunta. También disfrutaba insultando al alumno, calificándolo de enano, energúmeno, cafre, animal de bellota y otras lindezas, cuando se erraba o se era impreciso en la respuesta.

Murió de cáncer hace años, era un gran fumador y la nicotina impregnaba el ambiente educativo del aula. Así era el sistema pedagógico en la década medieval de los sesenta en mi pueblo, supongo que lindezas educativas como esas, era lo normal en esa época.

No os quiero aburrir, contando lo mal que me lo pasaba con esta asignatura, mejor dicho, con el ambiente enrarecido por el terror y la nicotina y con aquel profesor parecido a un Robespierre que nos dejaba la cabeza llena de chichones, las orejas como las del Sr. Spock y nos guillotinaba a todos con su afilada lengua.

Imagen

Tuvimos que traducir al castellano, varios libros de los clásicos franceses, cada uno un libro distinto para que no hubieran escaqueos, ni copiadas. No había “El rincón de los vagos” de internet, por lo que la biblioteca era mi segunda casa, mi cuartel de invierno. Un libro que recuerdo y guardo en el rincón más profundo de mi alma fue la biografía de Napoleón, escrita por André Maurois. La tuve que leer en francés y hacer un resumen. Gracias al profe de literatura francesa me encontré con Napoleón y allí nació mi interés por la estrategia y mi admiración por este emperador, demonizado por sus vencedores. Enchanté, Sire.

[Si, Ian, gracias por tu comentario. Run To The Hills si, corríamos como los indios, sobre todo por el monte, llegábamos a casa con las piernas marcadas por las zarzas. Corre o revienta. :D ]

Saludos

Responder