Crónicas de un abuelo

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Johnny
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El cazador

He visto a Napoleón!. Pasó delante de mi como un rayo con una paloma viva entre sus fauces. No he tenido tiempo de hacerle una foto con el móvil, que lástima!. Iba el diablo, con la cabeza en alto y una paloma torcaz enganchada en sus colmillos que intentaba librarse de su depredador, aleteando y moviendo las patas.

Curioso... con la abundancia de comida a su entera disposición, va y hace lo más difícil, cazar un ave. Seguramente su instinto de salvaje felino indomesticable le ha llevado a cazar la paloma.
Conociéndolo, estoy seguro que se ha apostado al acecho, encima de un árbol, pacientemente hasta que ha llegado la oportunidad esperada y se ha lanzado desde arriba con bravura y coraje.

Napoleón no es de los que capturan las presas con persecución, a lo loco, esperando que el azar y la fortuna le sonrían, confiando que la presa esté distraída, para llevarse el trofeo por pura chamba. No, Napoleón tiene el instinto asesino de las panteras negras de la selva amazónica, aguarda pacientemente desde lo alto y persevera en su puesto de guardia.

Para que este tipo de caza se produzca, el depredador ha de conocer bien el terreno, escoger la exacta ubicación por donde pasará la presa, conocer el mejor sitio para la emboscada y tener un sentido no sólo del espacio sino también del “tempo”, es decir saber cuál es el mejor momento.
Hay observación e inteligencia detrás de ese acto...y eso me hace pensar que el pobre Don Benito lo tiene crudo si ese animal desea hacerle una visita de cortesía.

Puede más su instinto carnicero que la comodidad ofertada, está acostumbrado a esa vida de pícaro gallofero asilvestrado, a esa loca libertad que da el vivir en la calle, sin amos ni collares, sin certezas ni garantías. Es un gato salvaje, orgulloso y pendenciero, acostumbrado al peligro y a salirse con la suya. Dios sabe qué correrías y aventuras le ha traído a nuestro barrio. Acabe como acabe esa fiera, no dejaré de sentir una cierta admiración por él. El lado oscuro siempre ejerce una cierta fascinación... pero yo, no soy su padre.

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Desmayo

Se lo llevaron de madrugada al hospital, como se llevan a un torero a la enfermería después de la cornada. Entre cuatro subalternos de la Tere se lo llevaron al dispensario comarcal perdiendo el estímulo, el conocimiento y la cartera. Le pasó por encima una rusa con dos pitones de Miura en vez de tetas.

“Don Benito, usted ya no está para esas lides. Me dice el galeno que su corazón ya no está para alegrías y hay que cuidarse, evitar tabacos, alcoholes y sobre todo esfuerzos y emociones extremas” le aconsejo sentado junto a él en su litera hospitalaria.

“Tengo un corazón legionario y no lo puedo remediar, cuando se me pone delante de mis ojos una hembra como la Nadiuska se me alegra la pajarita!” Responde con aire de fatiga.
“A mi no me da miedo la muerte” Sentencia con orgullo guerrero.
“Si, ya lo se, pero... en una de estas se puede usted quedar gagao de por vida y no seré yo quien le de las sopitas, Don Benito.”

El galeno pregunta si soy de la familia y niego conocer a ese señor, no deseo dar explicaciones sobre la ajetreada vida del viejo, ni quienes eran los subalternos que abandonaron a Don Benito sin sentido en urgencias.
Que cada palo aguante su vela.

“Pasaba por aquí y creí reconocer a este señor, pero ahora que lo veo, no se quién es”
Don Benito sigue la broma y se retuerce en su camastro no de dolor sino de risa. Se dispara la maquinita a la que está enchufado y una enfermera me saca del box.

“Joder Don Benito, si que está usted estropeado” le grito.
“No hombre, me he arrancado la sonda del pecho para que viniera y vieras lo buena que está la enfermera”.

Don Benito es un caso perdido, un bon vivant, un jodicón sin remedio, un Don Juan que da la nota por allí donde va, pero su agitada vida al final le pasa el recibo, la edad no perdona.
Ahora Don Benito hace vida ordenada, ejercicio, fruta y verdura, no fuma, no bebe ni jode, pronto se convertrá en un vejetal más del huerto pensionista de larga duración, perderá el sentido de la vida, babeando como un fósil rancio, decrépito y mirándole a los ojos, veo con espeluznante claridad mi futuro. Dios, que putada es la vida!!!


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Running on the beach

En el pueblo costero donde vivo, gozamos entre otras cosas, de un largo paseo paralelo a la playa, donde la gente suele hacer “footing”, bueno para los abuelos diremos que la gente se dedica a correr. Para los menos abuelos, sería hacer “jogging” y para los jóvenes es hacer “running”.
No hay nada como cambiarle el nombre a una misma cosa para parecer más interesantes.
Una actividad que con la crisis se ha puesto de moda. A todas horas, sea la que sea, con sol o en plena noche ves gente corriendo por el paseo.

Dicen que el “running” te acelera el metabolismo, que va bien para el corazón, el hígado, la bufeta y el cacahuete que tenemos por cerebro. Que activa las hormonas y el sistema metabólico.
Yo no runnigeo pero de vez en cuando me hago un paseillo al estilo torero, sin prisas pero con el paso firme mirando al personal...y sí, confieso que algo noto cuando veo pasar a una perfumada gacela con sus apretadas mallas a esas horas tempranas de la mañana, pero aún no estoy seguro si es por el running, el perfume o las mallas.

Después del acidentado desmayo nocturno, Don Benito también hace su gira por el paseo marítimo,
pero observándolo me parece que se está autorecalibrando, diría yo, es decir, que va probando de forma gradual, el límite de su esfuerzo para saber la realidad de sus vasos sanguíneos o si su corazón aguanta el trote para volver a enfrentarse a la soviética, que lo tiene ofuscado.

Es difícil cambiar de hábitos, imposible diría yo. Después de su gira matutina, Don Benito al mediodía suele caerse por nuestra tasca marinera para hacerse un vermut seco con sifón acompañado con unas aceitunas rellenas, que es lo que toma habitualmente antes de las comidas, “para recuperar lo perdido con tanto esfuerzo” según sus propias palabras.

“Yo, cuando era joven, después de una buena noche de farra y cachondeo, me iba a una churrería y me zampaba unas buenas porras con un café con leche bien cargado y como nuevo”, me comenta el carcamal. “Mano de santo, Johnny. Nada de Bloody Marys ni mariconadas como esas. Café con leche, lo mejor! ” me comenta el ilusionado veterano.

Tenemos una conversación sobre su estado de salud y cuenta que está decidido a contratar los servicios de una señora para que limpie la casa y le cuide, ya que cree que ha llegado el momento de hacer una vida más ordenada, pero después de interrogarle un poco sobre el tema, descubro con estupor que lo que desea de verdad es una Angelina Jolie o una Elsa Pataky que le haga todo, es decir, de todo.

“Ande usted con cuidado en este tema, que mujeres como esas no suelen cuidar a nadie, más bien son cuidadas y sobre todo, vigile su cuenta corriente que puede que la limpieza se la hagan allí”.
Le apostillo con una sonrisa irónica.

Última edición por Johnny el 13 Nov 2020, 17:26, editado 1 vez en total.

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Re: Crónicas de un abuelo

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Wishky

Wishky, uisge-beatha o uisce beathadh, elixir destilado por monjes, espíritu santo de la fermentación de algunos cereales, regalo de los dioses que resucita muertos, es el único vicio de su juventud que le queda al abuelo, a pesar de la oposición de aprendices de matasanos curalotodo.
Yo me conservo en wishky, como quien conserva su ajuar más preciado entre bolas de naftalina.
En el siglo XVIII los que hoy repudian las bondades de esta ambrosía, la usaban para preservar los cuerpos destinados a la disección por lo que su fuerza conservadora es manifiesta.

Es un gran antídoto contra la pena, la aflicción, los dolores del alma y la amargura.
A veces también sirve para el dolor de huevos, el mal de ojo y calienta durante el crudo invierno.
Aviva el seso del satírico, alegra la vida de las comadres y es azote de granujas y bribones, de golfos y ladrones por ello, la iglesia en 1579 promulgó una ley que trató de erradicar su consumo aun que sólo fuera durante los domingos, a pesar de que algún presbiteriano lo ocultaba en su púlpito.

El más preciado para mi, sin duda es el wishky Lagavulin de malta. Es el que bebo en las ocasiones más especiales y el que sorprende a muchos por su sabor. Lagavulin del gaélico “lag a’mhuilin”, que significa “el valle donde está el molino” se elabora en Islay, la isla más austral de las Hébridas Interiores, en Escocia. La isla producen un whiky de sabor turboso aumado muy fuerte, semejante a la brea, de cuerpo robusto, bien balanceado y suave, con una ligera dulzura al paladar.

El Lagavulin 16 años, según los productores, recibe la destilación más lenta entre las demás bebidas que producen, cerca de cinco horas para la primera destilación y más de nueve para la segunda es la norma. La lentitud de este proceso es la que le confiere al whisky Lagavulin 16 años la redondez y suavidad de su añejamiento. La fermentación de la cebada es también lenta, entre 55 y 75 horas. Principalmente se envejece en barriles de roble europeo entre los que se encuentran los de Pedro Ximénez.

El actor Johnny Depp, abstemio, en ocasiones ordena una copita de Lagavulin 16 años, y solamente la huele, así es el Lagavulin con su exquisito olor de bergamota rodeado de un sofisticado complejo de aromas más dulces, cremosos y achocolatados. Un epicúreo placer para dioses.
No le hago ascos a otros bebistrajos, siempre que sean escoceses y en mi juventud trinqué el codo hasta con los blended que podían perforarte el estómago, sin embargo, nunca pude con el llamado bourbon, sucedáneo americano al que está muy aficionado mi amigo bisagras.

Bisagras descubrió el bourbon de Kentucky en un pedo histórico que lo dejó K.O durante varias horas en 1969.
Vino de su casa acompañado de una botella de asqueroso alcohol de maíz cuyo nombre omito para evitar denuncias.
Regalo de un cliente, el bisagras asaltó como vulgar descuidero el mueble bar de su padre, mangando la negra botella arrinconada. Se la sacó del sobaco, como quien se saca del sobaco un conejo para maravillar al público y escanció para dejarnos probar la soberbia pócima requisada.
Después de un escaso sorbo justificativo, todos rechazaron semejante invitación así que, se quedó solo con la botella a la que le fue dando sucesivos morreos hasta que quedó inconsciente en el suelo. Sus padres lo encontraron sentado en la puerta de su casa rodeado de basura por todos lados, yo mismo le puse la botella vacía en sus brazos y una ristra de piel de naranja por sombrero.

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Viejo verde

Viejo verde, es una expresión popular compuesta por dos palabras. La primera es viejo, un adjetivo que califica a un hombre y hace referencia a su edad...pero ¿qué edad es esa?. En este caso no se especifica, podríamos acordar que la referencia es un hombre mayor de edad, que tampoco nos dice nada ya que “un hombre mayor de edad” puede ser un hombre de dieciocho años, que es cuando se tiene mayoría de edad, pero parece ser que en este caso su edad está comparada con la edad de otra persona con la que va o le gustaría ir. Para avanzar en este dilema, veamos la otra palabra.

Verde, es un color cuya longitud de onda está aproximadamente sobre los 500 nanómetros, pero tiene también otros significados, como cosa ecológica o dar vía libre a algo y esto ya tiene más sentido en la frase, si.

Un Viejo verde es un hombre mayor relacionado con la ecología, con las plantas, en concreto con las cebollas y los puerros. Si, en el siglo XVI a los que hoy se les denominan “viejos verdes” se los relacionaba con esas hortalizas pues como ellas, tenían la cabeza blanca por las canas y el “rabo” verde o sea vigoroso, lozano, no maduro.

En resumen, un viejo verde es un hombre cuya edad está relacionada con la persona con la que va, es decir con una señorita particularmente más joven que él, lo cual resalta su vejez pero que se comporta como un jovencito que da vía libre a sus impulsos sexuales es decir que está en celo o sea un cachondo, un vicioso un salido...“Memento homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris”
Esto me recuerda a alguien...Don Benito!!

Don Benito ya ha encontrado una lozana señora que le hace la cama, le riega las plantas y le limpia la casa, o sea una señora que le va a quitar el polvo, supongo yo que a través de uno de los procedimientos más habituales para ello, que es cepillando. Don Benito es maestro en gramática parda, genio en lances de alcoba y un sujeto muy putero durante toda su vida y no me extrañaría nada que decidiera regalarse una noche de amor loco con la recién venida.

Le he recomendado al senil pillastre, cada día una ración de caracolas de mar que fortalecen el cerebro, aguzan el ingenio y dan una fosfórica reacción en las partes, que mantienen duro y recto el trinquete de ataque. Le he insinuado que el secreto de los consabidos mariscos está en hervirlos con agua de mar, un poco de sal y limón, comerlos y sobre todo, beber el agua de la cocción como si fuera caldo gallináceo. Después de una semana de tratamiento, al final del polvoriento esfuerzo, te viene una palpitación convulsiva y espasmódica jamás sentida. Le comento con ojos de licántropo: “Se lo aseguro Don Benito, mano de santo, San Metías y San Sacarías. En mis tiempos dorados yo echaba cinco kikis seguidos sin mover un músculo de la cara”. Ya está montado el consagrado sainete. Estoy a la espera del resultado del torpedo enviado.

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Kawasaki Banzai

En los noventa, con treita y tres años cumplidos y con una “pata de palo” como yo decía, me compré la Kawasaki ZZR 600. Fue un amor a primera vista.
Distinta a las demás supersport japonesas que circulaban por nuestras carreteras. Era diferente, particular y adecuada para mi por su gran comodidad debido a la disposición del asiento y a la postura de conducción. Una linea aerodinámica que llamaba la atención, con gran personalidad debido al Ram-air o conductos de admisión laterales delanteros.

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El antojo me costó un millón de pesetas de aquella época, que era dinero por aquellos años pero el antojo valió la pena.
Con cuatro cilindros en línea, 16 válvulas y 100 cv, no corre sino vuela la mejor 600cc de los noventa... Bueno, para ser sinceros, esa moto también tenía sus tonterías...como todas.
Iba un poco justa de frenada, sobre todo cargada con la titi de turno como paquete, sus domingas se aplastaban en mi espalda y escuchaba sus gritos pese al casco integral y yo tenía que reducir marchas para que me aguantara. Los dos tubos de escape se acababan hinchando y reventando con el tiempo. Le tuve que cambiar el regulador de corriente por que se calentaba y la moto me bajaba de revoluciones. Cuando cambiabas las marchas, hacía un ruido que te acojonabas, sobre todo al meter la primera y culeaba de lo lindo, más con suelo mojado, húmedo o con poca adherencia.

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En fin, gracias a la burra y mi caminar al estilo John Wayne, el promedio de ligues no bajó en los siguientes veranos y mi autoestima fue creciendo a medida que iba cubriendo a las titis...digo los objetivos marcados. El Bisagras, que siempre fue un envidioso, se compró la Honda Hurricane CBR1000F de 130 cv pero yo no me arrugaba, en las curvas no podía conmigo, sólo en las rectas me avanzaba poniendo su burra en los 260 Kms/h o más, de nada valía ponerme a su rebufo, el tio era una bala, a pesar que la mía no estaba capada y le podía meter los 260km/h pero, el capado era yo, a los 240 ya me acojonaba, lo confieso.

Recuerdo un día que tuvimos un pique en la autopista que va de Zaragoza a Lérida con un Porche 911 cuya velocidad punta estaba cercana a los 250 Kms/h pero era conducido por un pijopipiolo que se atrevió a retarnos.
El Bisagras no lo pasó por encima de milagro y el chinche se arrugó al ver la maniobra kamikaze del insensato Bisagras, bajando su velocidad delante de él, dándome oportunidad de rebasarlo cómodamente. Llegamos a tiempo a Lérida para comernos unos suculentos caracoles “a la llauna” con “alioli” en el Restaurante “La Huerta” y comentar la jugada a base de risotadas. Luego, más tarde emprendimos la marcha mucho más tranquilos, sobre todo por la botella de Rioja que nos fundimos. Si, restos de insensatez aún corrían por mis venas en aquellos años de loca juventud.


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Kojak

Mientras escribía el anterior post “wishky” recordé al aspirante a cabra Kojak.
Kojak era el título de una serie de televisión de los años 70 cuyo protagonista era el calvo Telly Savalas. Lo que más se recuerda de él es que siempre aparecía chupando un “Chupa-Chups” o caramelo con palo. Pero no os hablaré de él sino de uno de los aspirantes a cabra que menos duró en el grupo al que le dimos el nombre de “Kojak” y no era calvo.

Los cabras fundacionales del clan, son básicamente los amiguetes del instituto que a lo largo de los años hemos continuado nuestra irreflexiva amistad a pesar de todas las putadas y broncas que nos hemos lanzado. A lo largo del camino, se nos adosaron compañeros de viaje que por diversas circunstancias fueron desapareciendo, algunos, los más, por cuestiones laborales o de estudios, otros por cambio de domicilio de sus padres o simplemente sin ninguna razón aparente y diría que Kojak fue uno de esos últimos. De todos y de cada uno de ellos, guardo en mi memoria los mejores recuerdos.

El cabra Kojak aparecia por nuestro bareto con frecuencia hasta que la casualidad o la insistencia hizo que finalmente se adosara a nosotros en un proceso natural entre gente joven. Recuerdo que era un poco tímido al principio pero a base de “chupitos de barreixa”, mezcla de cazalla y moscatel (vino dulce para postre) fue entrando en el ambiente. Bueno, para ser exactos, en aquel tiempo no existían los vasos de chupitos, ni se llamaban así. Eran unos vasitos del mismo diámetro pero el doble de altos, con lo cual, la dosis era mortal y corría el bulo que esa mezcla la bebían los camioneros en invierno para aguantar el frío intenso.
Siempre tuve la sospecha que al Bisagras no le caía del todo bien ese chico por los puyazos verbales que le pegaba pero nada que no se pudiera aguantar, tal vez lo veía como una “competencia”, una esgrima dialéctica en la que a veces nos enzarzábamos sin razón aparente.

Lo cierto es que en un fin de semana el pipiolo bebió más de la cuenta y cogió una buena cogorza promovido por el malévolo Bisagras, siempre predispuesto a los sainetes y entremeses, así que decidimos llevarlo al paseo marítimo para que le diera la brisa del mar a ver si despejaba la pájara que llevaba encima.
Lo sentamos en un banco pero el becario se nos durmió y como era tarde decidimos dejarlo e irnos todos a casa si bien, el Bisagras se ofreció voluntario para hacerle compañía hasta que se despejara. Se quedó el chaval en compañía del Bisagras y nosotros partimos cada uno a su corral.

A la mañana siguiente, se presentó en mi casa el perverso Bisagras con una extraña cara que no supe descirnir si era de acojonamiento o de risa. Me comentó alterado, eso sí, que cansado de esperar y viendo el panorama, lo dejó durmiendo en el banco, sin antes darle la vuelta, bajarle los pantalones y los gallumbos y ponerle un chupa-chup en el culo.
A la vista de aquella terrible confesión, interrogué al bisagras sobre la posición exacta del chupa-chups ya que si el blanco palito era introducido en primer lugar el chaval podría tener problemas si se sentaba ya que el palito era más hiriente pero, si hubiera introducido primero la bola de cramelo,al sentarse puede que hasta lo encontrara...”interesante”.

Nos partíamos el culo de risa, imaginando ignominiosos e infames detalles que por pudor omitiré, finalmente acordamos ponerle el mote que le venía “al pelo” para esta ocasión: Kojak.
No supimos ya nada más, ni del caramelo, ni del Kojak. Tal vez fue abducido o Dios sabe qué fue de él, con tanto azucar en su interior.

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Re: Crónicas de un abuelo

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Loro

Me revela Don Benito, como si yo fuera su cura confesor, que ha pasado “la noche del loro”.
Ésta es una expresión española que significa que “ha pasado la noche sin dormir”.
Don Benito no sabe que dicha expresión, en algunos países de Sudamérica tiene una connotación sexual y tengo la firme sospecha que al Don le ha sucedido las dos cosas.

Como sabéis, el abuelo pasó parte de su juventud en el maravilloso país venezolano y si mal no recuerdo, “pasar la noche del loro” allí era pasar la noche despierto dándole al “manubrio” es decir, una angustiosa noche perdida en todos los sentidos.

La versión venezolana de dicha frase, proviene precisamente de cómo duermen los loros dentro de su jaula, agarrados al palo durante toda la noche y claro éste es el matiz sexual, el palo, el manubrio, la brocha, el cepillo, la minga, la pirulí, la pixa, el falo, el trinquete, la polla, el arma, el miembro, el pene, el plátano. Vamos, el chismecico de mear, para que me entendáis.
Ahora que lo pienso, por algún lugar de la casa he de tener el Diccionario Secreto de Camilo José Cela, he de echarle un vistazo por que seguro que me he dejado un montón de palabras que definen nuestra zambomba y me ha picado el gusanillo de la curiosidad.
En fin, a lo que íbamos, Don Benito ha pasado mala noche, seguro que las caracolas ya están haciendo su efecto y el hombre está que no duerme. En vez de cama, seguro que el viejo ha dormido en una tienda de campaña de un solo palo.

No le he preguntado por el tema de las afrodisíacas caracolas para no levantar sospechas, pero en sus vitrificados ojos de lujuria, veo el resplandor de sus transparentes ideas cuando cruza por nuestro lado una madura comadre pasada de vueltas, y le hace un traje a medida.

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Re: Crónicas de un abuelo

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Tiempo añadido. Propina.

Cuando terminé mi servicio militar, una multinacional americana la cual me había puesto en contacto hacía un año, se interesó otra vez por mi, no sin antes pasar por los numerosos filtros de entrevistas a las que suelen someter a todos los aspirantes. Yo no tenía ninguna experiencia para el puesto en cuestión, no sabía nada de negocios, ni de dirección, es más, de experiencia ninguna en ningún sector, sólo poseía un título universitario que no guardaba ninguna relación con el trabajo propuesto.

Al final, la última entrevista, con el Director de División, el Jefe de Sección y el Jefe de Recursos Humanos...muchos jefes. Me acribillaron a preguntas algunas de las cuales me parecían muy incómodas de contestar, por lo personales que eran. Estaba ya tan cabreado con la entrevista y con esa gente que parecían más de la CIA que de una comercial por muy multinacional que fuera. Si.

Que por qué no estaba casado, que si tenía novia, que si era creyente, que si iba a misa, que si pertenecía algún sindicato o partido político, bla, bla, bla...al final, el Jefe de Sección me pregunta: “¿Usted qué pretende en esta empresa?” ... yo, cabreado y con mi licántropo a punto de explotar, con ojos de lobo y cara de cabreado, le contesté:

“Pretendo quitarle su puesto de trabajo, Señor.”

En ese instante hubo un silencio sepulcral y pensé “Ya la has cagao, Johnny”, bueno, en el fondo lo cierto es que me quedé tranquilo y desahogado por que con esa respuesta era seguro que ya terminaba con la tortura y sólo esperaba el “Adiós, muy buenas”...pero cuál fue mi sorpresa que el Director de División respondió: “Bien, espero que lo que usted acaba de afirmar sea cierto, ¿Cuando puede empezar a trabajar?”, “Ahora mismo, Señor.” Contesté.



Ofrecí mis servicios durante más de doce años, fue una auténtica universidad donde aprendí un método global, integral que me proporcionó grandes satisfacciones tanto en mi trabajo como en mi vida. En seis meses ya era Jefe de Sección, al anterior lo jubilaron.
La rutina, el Método. Por la mañana de 9 a 12h en la bolsa, comida en el restaurante y por la tarde a por los clientes. Los viernes reunión. Fue toda una experiencia, pasé de Hippy a Yuppy en un abrir y cerrar de ojos, full time en mi trabajo, el Método estaba integrado en mi ser, no pasaba ni una, o te machaco o me machacas, primero yo, después los demás, motivación toda: buenos coches, buenos restaurantes, buenos viajes, buena paga, buenos incentivos, vida desordenada, gas a fondo, pleased to meet you baby...hasta que un día, semáforo rojo, el coche paró en seco. Me detectaron un cáncer.

Paciente de 33 años con sarcoma retroperioneal, tasa de supervivencia 5 años.
Los sarcomas retroperitoneales son tumores infrecuentes. La elevada tendencia a la recidiva de estos tumores determina un pronóstico global malo. Es un tumor maligno.
Dos operaciones quirúrgicas, una de ocho horas y otra de diez, ...muchas horas para pensar...angiografías, tacs, análisis, operaciones, morfina, transfusiones, quimio, sondas...
Johnny murió en la soledad de una pequeña habitación de un macro-hospital de una gran ciudad en una noche de verano sin estrellas, cansado de todo, hastiado, abatido, agotado y en su muerte soñó...¿o no fue un sueño?..no lo se...flotaba en el oscuro espacio y la blanca Luna entró por mis ojos, se adueñó de todo, recorrió mi cuerpo, se instaló en mi alma y resucitó al licántropo que estaba muerto, éste me arrastró con fuerza hacia la vida. Desperté como quien sale del fondo de la mar, ahogado, tragando aire con los pulmones a punto de explotar, la habitación volvió a ser el camarote de los hermanos Marx, pensé: “Oh Dios, otra vez aquí”.

Quien tenga ojos, que mire. Quien tenga oídos que escuche. Esto no es para los muertos.


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Re: Crónicas de un abuelo

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The Game is On

Ya os hablé una vez sobre la biblioteca de mi pueblo.
El procedimiento para encontrar los libros en esa biblioteca era muy arcaico, tened en cuenta que no existían los ordenadores personales y todo se hacía de forma manual a base de fichas que, no sólo clasificaban los libros por temas y autores sino que además te decía el lugar exacto de su ubicación.
Era todo un arte, a manos de la bibliotecaria que cuando estaba muy agobiada, nos dejaba consultar la ficha del libro a descubrir, para que tu mismo fueras a por él.
Por esto, cuando necesitaba un libro por culpa del profe de turno, iba al fichero general y primero buscaba el título y luego su ubicación. (Pl 2. Es 11. Nº 179). Es decir, planta 2, estantería nº 11, libro nº 179. Si me gustaba un libro que no podía llevarme a casa por que no tenía la contraficha dentro de él, solía esconderlo guardándolo en otro lugar para que no lo encontraran. Así de sagaz era el abuelo, para que siempre ese libro estuviera a mi disposición, la competencia era terrible.

Cierta vez que estaba enfrascado leyendo un libro sobre masonería, que contenía unas láminas de dibujos a colores muy bonitos con escuadras, ocas y gorros frígios, la bibliotecária me pilló “in fraganti” en plena lectura requisándome el tesoro. Desde aquel día, cuando subía a los pisos superiores, sentía su turbadora presencia tras de mi, me seguía sigilosamente la diestra censora esperando pillarme a la menor ocasión, así que me porté bien durante algunos días hasta que me dejó tranquilo.
Ni que fuera un pecado leer esos pequeños tesoros!! Ni que fuera pornografía!!...bueno os he de decir que en aquellos lejanos días, la pornografía no existía, no como ahora que vas al kiosco a comprar tu revista y al kiosquero le dices:”Deme aquella revista de coches que está debajo de la señora en pelotas que está enseñando el chichi”, “¿De cuál?” Te responde el traficante. Ciertamente, hay un montón. Unas enseñando los pechos, otras el culo, unas gordas bien remachadas y otras metidas en unas opacas bolsas, para que no les de el sol supongo. En fin, que se me va la olla.

Bien, a lo que iba. A veces en mi deambular por los rincones, como un roedor en busca de algo interesante, me encontraba con esos libros fantasma que no tenían ficha ni en su interior, ni en el archivo general. Esos eran los que yo desubicaba para poderlos leer enteramente a lo largo de los días. Por regla general eran libros que trataban temas de parapsicología, magia, hipnotismo, masonería...leí por primera vez el Libro de los Espíritus de Allan Kardec (Léon Denizard ), Isis sin velo de Madame Blavatsky (Helena von Hahn), el Necronomicron de Abdul al-Hazred, y entre otros, Les propheties de M.Michel Nostradamus a Lyon en 1555, fotocopiado en ciclostil.
El ciclostil era un medio manual y barato de aquellos días para reproducir muchas copias de un texto, cuya calidad dejaba de desear pero era eficaz. Esas fotocopias ciclostiladas contenían en sus laterales, anotaciones escitas en lápiz, comentarios y referencias sobre mitología, historia, alquímia...daban fe que el escriba era un personaje culto, incluso incluía de vez en cuando anotaciones manuscritas en una mitad de un folio Din A4, descifrando el sentido de diversas cuartetas.

Fue una interesante lectura que me enganchó rápidamente. A medida que avanzaba iba conociendo, gracias al escriba y sus anotaciones, sucesos del pasado y aquellos que en un futuro iban a acontecer. Pasaron volando las horas y sonó el timbre avisando el cierre de la biblioteca.
El libro lo escondí dentro del jersey debajo de la axila y con el canguelo puesto pasé por delante de la recepción para irme a casa. Una vez en mi habitación, en la quietud de la noche, volví a leer con más tranquilidad algunas de aquellas enigmáticas cuartetas. Esta vez me fijé sobre todo en la letra del escriba, en sus rasgos, en sus características. ¿Quién sería esa persona?
Su escritura era ordenada, limpia, sin borrones ni tachaduras. Imaginé una persona ordenada, segura de sí misma, que planea las cosas antes de hacerlas e incluso comedida en palabras ya que sus comentarios eran cortos y escuetos. Su letra era redonda y grande, lo contrario de la mía que es igual a la que hacen los médicos en sus recetas con la esperanza puesta en que no te enteres de nada y no te metas en sus asuntos.
Letra redonda, grande y simétrica...si Watson, esto huele a hembra, sin duda es la letra de una mujer!!...

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